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  • Marianne Renoir

El viento

Actualizado: 21 mar 2022


Increíble como un fenómeno natural como lo es el viento puede llegar a generar tanto miedo y tanto horror cuando parece que hablara. Hoy, junto a Felli, le he escuchado decir muchas cosas. Es aterrador ese momento en que parece nos susurra al oído, con la urgencia de contarnos algo. Algún día alguien escribió sobre el lado que no escuchamos del viento, mejor no haberlo leído nunca. Ahora, no dejo de pensar...


En el teléfono se oyó el sonido de otras muchas voces.

—¿Qué es eso? —preguntó Herb Thompson, se estaba poniendo nervioso, tenía frío, temblaba.

—¿Eso? — repuso la voz en el teléfono—. Eso son las voces de doce mil que murieron en un tifón, de los siete mil asesinados por un huracán, de otros tres mil enterrados en un ciclón. Eso es el viento, ¿sabes? Una muchedumbre de espíritus, un montón de muertos. El viento los mató y se apoderó de todas sus inteligencias y sus almas para adquirirlas y usarlas. Se ha apoderado de todas sus voces y las ha convertido en una sola. Millones de personas, por siglos, arrastradas y torturadas de continente a continente, viajando entre el vientre de los monzones y a lomos de los torbellinos. Mierda, me estoy poniendo muy poético [...]

Por el teléfono se oían los ecos cada vez más intensos de gritos, alaridos y quejidos.

— Venga, vuelve aquí, Herb — lo llamó su mujer desde la mesa de juego.

— Así es como el viento se hace más inteligente cada día.

Aumenta su intelecto con un cuerpo tras otro, una vida tras otra, una muerte tras otra [...]

En el teléfono resonaron los ecos de voces, gritos y gemidos. Una brisa le sopló la cara. Thompson se quedó petrificado y de pronto se sentía he­lado hasta los huesos. Salió al porche y miró alrededor, intranquilo y con mucho cuidado. Un ráfaga de viento repentino le agitó las solapas del abrigo y lo despeinó. Thompson creyó oír risas otra vez. El viento rodeó la casa y la sensación fue asfixiante, apoyándose en todas las paredes y luego de alborotar un minuto, se alejó.

El viento se alejó entre los árboles con un aullido fúnebre en dirección al mar, a las Célebes, a la Costa de Marfil, a Sumatra y al Cabo de Hornos, a Cornwall y a las Filipinas. Se fue alejando más y más, hasta perderse. Thompson se quedó allí de pie, aterido. Entró a la casa, cerró la puerta y se apoyó despaldas contra ella, con los ojos cerrados.

—¿Qué pasa? —preguntó la señora Thompson.


Fragmento: El viento (Cuentos que mi madre nunca me contó por Alfred Hitchcock 📖 #RayBradbury ).

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