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  • Marianne Renoir

Carta a una mosca


Querido Diego:


Me gustaría comenzar esta carta confesándote que en los momentos más difíciles de mi vida el cine y la literatura siempre han estado ahí para sobrellevar y curar las situaciones que terminan afligiendo mi existencia. Recuerdo con mucha alegría que alguna vez tratando de descifrar el complejo lenguaje con el que Gilles Deleuze expone sus ideas, me topé con una afirmación que yo llevaba poniendo en práctica hace tiempo, pero que me dio gusto ratificar cuando la encontré en los pensamientos de este filósofo francés. Para él, como para mí, la literatura es sinónimo de salud. Quien lee se enfrenta a descubrir y desafiar el desasosiego que impera en el mundo y en el espíritu humano; para al final, salir fortalecido, obtener un mejor estado emocional y físico, lo que se traduce en unas buenas o por lo menos aceptables condiciones de salud.


Así que en ese orden de ideas, creo que el cine, que mucho comparte con el lenguaje literario, también opera de esta misma manera. Podría hacerte una lista enorme de los momentos en que luego de salir de una proyección mi cuerpo y mi mente comienzan a sentir los efectos de las imágenes que acaban de llegar a mi vida. En numerosas ocasiones estos efectos operan de la misma manera en que funciona una vacuna; primero enfermo para horas o incluso días después sentirme fortalecida.


Todo esto te lo cuento, querido Diego, porque tu corto tuvo un impacto en mí verdaderamente importante e incluso devastador. Ahora que la muerte se ha aproximado a mi vida de una manera apabullante, acaparadora. Aquí está la muerte disfrazada, en muchos escenarios. El refugio, como te podrás imaginar, han sido los libros y la pantalla grande. Sin embargo, tuvieron que pasar algunos meses para que esa enfermedad que llevaba a cuestas se topara con tu cortometraje Para ver morir una mosca.


Recuerdo que lo primero que me llamó la atención la primera vez que lo vi, fue la imagen de dos figuras humanas que se abrazan y se inflan en dos ocasiones al ritmo del sonido del agua, para al fin, terminar unidos en una misma masa que acapara toda la pantalla. Para mí, hasta el día de hoy, este momento en que dos cuerpos se unen simboliza la pulsión de la vida y al mismo tiempo la de la muerte, porque así como estos dos seres se abrazan reafirmando su humanidad, ese mismo abrazo termina por desintegrar la unidad que habían creado los dos cuerpos. Esa pequeña secuencia movió los cimientos de mi tristeza.


Ahora entiendo, porque he investigado sobre ello, que Para ver morir una mosca lo construiste observando e indagando alrededor de la muerte. Lo cual, como espectador, me hace constatar que el corto era la vacuna necesaria para tan catastrófica enfermedad que yo padecía. Porque además, su cuerpo experimental y animado está construido a partir de pequeños fragmentos de lo cotidiano en donde la vida se reafirma por la existencia misma de la muerte. En un momento de su estructura los cuerpos animados que se ríen, cantan, bailan y hablan se quedan estáticos, es decir, inanimados. Algunos rostros son enfocados y sus gesticulaciones quedan detenidas en el tiempo de la acción, lo que permite apreciar, en la muerte momentánea de su movimiento, los rasgos particulares de los personajes.


Pienso entonces en la posibilidad que brinda la animación de remarcar mucho más los gestos de quienes son animados, así como que su quietud es al mismo tiempo vida y muerte. Porque incluso, haciendo un ejercicio con mis recuerdos, trato de pensar en los rostros de quienes ya no tienen vida y lo que aparece en mi memoria está netamente vinculado con lo gestual. Quien murió vive, o por lo menos en mis recuerdos, como una especie de rotoscopia, pues de no ser así sus movimientos más singulares se diluirían en mi cabeza.


Y ahora que lo pienso para escribirlo, tal vez sea esa una de las razones fundamentales por la que la llegada a mi vida de Para ver morir una mosca operó de forma tan catártica. Siento que hay en él una intención de remembranza que se instala en la memoria de quien lo ve. Sus secuencias fragmentadas poseen cierta unidad gracias a las espontáneas emociones que emanan de los protagonistas, a quienes pienso como sombras por su textura vibrante e inestable. Leí alguna vez en una novela que uno nace entre las sombras para volver a la intimidad de esas mismas sombras. Idea que me parece apropiada para describir las sensaciones que trasmiten las imágenes de tu corto durante su trascurso.


Llegado a este punto, me gustaría retomar la idea de lo ritual, porque como te lo dije al principio de esta carta, la aparición de Para ver morir una mosca en mi vida está relacionado con la capacidad curativa que posee el arte. En el trascurrir de tu cortometraje, se pone de manifiesto la importancia de la ritualidad alrededor de la muerte. El baile, el llanto, la risa, el sonido del agua, el cacareo de una paloma en contraposición al mutismo y quietud de la muerte hace patente que quienes se reúnen alrededor de un difunto reafirman su vida de cara a la presencia de la muerte. Lo que quiere decir que se ritualiza en sociedad el acto de morir para hacerlo más comprensible y así, fortalecer el sentido de supervivencia.


Voces desde el confinamiento.


By M


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